Está claro que aunque la mujer se haya incorporado al mundo laboral y los hombres hagan más tareas en la casa, hombres y mujeres no somos iguales. No me estoy refiriendo a consideraciones ideológicas de igualdad, sino a que física y mentalmente somos distintos.
No voy a ponerme a pormenorizar las diferencias entre sexos simplemente voy a relatar unas experiencias familiares y cercanas a mi entorno.
Desde el nacimiento de cariñete hace aproxidamente cinco meses mi marido siempre ha intentado hacer reír al niño: le pone caras, le hace cosquillas, hace como vuela, le rasca la barriga con la calva y juega con él de múltiples maneras. No quiero decir que esto sea malo, al contrario creo que es muy positivo para el desarrollo de nuestro hijo. sin embargo ha ocasionado un pequeño problema y es que el niño ha terminado por asociar a su padre con alguien que le hace tonterías y nada más verle comienza a apoderarse de él un estado de sobre excitación indescriptible, es verle y ya comienza a reír a carcajadas. ¿Dónde está el problema? estaréis preguntándoos. El problema es que al niño le cuesta horrores relajarse con su padre y si tiene sueño le es muy difícil dormirse, el pobre hace esfuerzos sobrehumanos por dormirse, pero aún así hay días que no lo consigue y debe pasar un ratito en el regazo de mamá antes de caer en los brazos de Morfeo.
Creo que mi marido sufre una dicotomía de sentimientos respecto a este tema, ya que por un lado siente que le genera felicidad a su hijo y al mismo tiempo comprende que al niño le resulta muy difícil relajarse a su lado.
" Creo que cariñete siempre está esperando que haga alguna tontería" me comentó el otro día, me ve y se descojona, para él soy como un payaso y se bautizó a sí mismo como papayaso.